Me hacían falta una botellas de bebidas que me apetecen y que, me gusta siempre tener en casa. Por esa cuestión de que no vaya a ser que un día quiera algo de eso y no tenga. ¿Por qué atravesar ese momento tan frustrante? No tiene sentido. Por lo que, busqué tiempo en mi semana - nada fácil porque escaseaba bastante - y, finalmente, lo encontré.
Hora pico, alrededor de las 18:45 hs. Recuerdo que no llegaban a ser las 19 hs pero casi que si.
Suelo ir a dos lugares a comprar mis bebidas. Boliches viejos, que nunca cambiaron, en donde uno es atendido de maravillas por gente muy grande, veterana, que cuida su negocio y que sabe muchísimo de bebidas nacionales y, sobre todo, importadas.
Adoro esos "almacenes" (y no me refiero a donde venden 100 de lomito ahumado y 150 de aceitunas verdes). Almacenes de bebidas alcoholicas, despensas. Hermosas.
Depende de donde esté ubicada yo, voy a una o a otra. Y cada tanto, cuando tomo conciencia de que estoy yendo seguido a una, voy por la otra porque me da culpa y me siento mala clienta con aquellos que me han atendido tan bien y me han abierto sus puertas cientos de veces.
Entonces me dirigía hacia una, la que tenía mas a la mano y, una vez adentro, tenían faltante uno de los productos que quería comprar y que no tenía ganas de no llevarme. Asi que, hice preguntas del estilo: ¿Cuándo llegan? ¿Van a entrar o no saben si se consigue el producto? etc.
Prometí volver sabiendo que no volvería a casa sin mi compra.
Tenía un liviano recuerdo (que en mí siempre es dudoso porque puedo acertar o terminar en la puerta de un geríatrico asegurando que yo ahí había visto ESE local) y elegí seguirlo. Me dirigí al lugar y, efectivamente, estaba en lo cierto. Alegría a granel.
Eso sí, este sitio ya era más comercial al mejor estilo supermarket de bebidas. Interesante y tentador pero que, obviamente, perdía las cualidades de la depensa a que a mí me gusta.
Pude lidiar con eso fácilmente y entré.
Me informan que el estilo es "autoservice". Uno toma un carrito y recorre las instalaciones mientras escoge todo aquello que le apetece. Tampoco es lo que me gusta pero a esa altura mi objetivo era, repito, llegar a casa con mi compra completa.
Escuchando en mi mp3 el 2do disco de Entre Ríos y tarareando, caminaba enceguecida por las góndolas etílicas relucientes y prolijísimas. Ay, atentos obses!
Llevaba mi cartera colgada en mi hombro, como se llevan las bags y, del otro lado, colgaba una bolsa de un marca de ropa conocidísima que, cuando haces una compra de alguna prenda importante, te dan una tremenda bolsa que la podés llevar colgada del hombro y que es gigantezca y muy acartonada con el nombre de la chica dueña de la marca escrito de una manera muy chic.
Así estaba, así recorría con mi carrito. Mitad distraída y absorbida por la música de mi mp3 y mitad atenta a los productos. Como me gusta estar, un poco sí pero no del todo.
Llego a las botellas de Famous Grouse y me apropio de 2. Sigo camino. Voy hacia donde está el Gin, escojo 1 Bombay (qué linda esa botella azulina, me dan ganas de ir a darle un abrazo al que la hizo), y sigo mi recorrido en busca de los Vodkas.
Alcanzo a visualizarlos, estaban un poco más lejos, y camino mirando dichas botellas como si fuesen un objetivo a alcanzar (que lo eran). Pierdo noción de lo que va quedando a mi lado, no le presto atención y olvido a la tremenda bolsa que llevo colgada.
Y en cuestión de segundos: La Masacre.
WTF?
Reacciono rápido y veo la tragedia.
Van cayendo 3 botellas de licor de menta, una tras otra. Sigue el mismo camino una botella de licor de huevo, al piso también. Y van las piñas coladas, 2 que caen juntas, y cuando está por caer la maldita botella de Tía María, intento atajarla y tiro 2 ejemplares.
Todo en cuestión de segundos. Sucedió tan rápido que perdí noción de lo real que era ese acontecimiento. No se si pude haber hecho algo porque en mi intento de atajar el fucking Tía María, cayó lo último que podía caer: Yo. Arriba de todo eso. Me salvé del licor de menta y, el de huevo, solo alcanzó mi bota.
Quise llorar, quise gritar, quise desaparecer, quise insultar, quise no ser yo, quise saber cómo fue que pasó todo eso pero ya tenía a la mitad del personal mirando la situación como si fuese un accidente descomunal donde hay muertos desangrando en el piso y autos chocados en una esquina tipo Córdoba y Callao.
Algunos empleados miraban estupefáctos, otros clientes hacían comentarios en voz baja, otros atónitos se alejaban (a ver si se manchaban!) y otros dos empleados comenzaron a tomar partido y se acercaron a ver por dónde empezaban, agachados esperando que llegue el 3ero con trapo de piso y ese tipo de artículos.
¿Y yo? ¿Alguien me ayuda, boys?
Escucho que alguien, de la góndolo de atrás dice: ¿Qué pasó? A quien le contesté en el piso: Una tragedia, auxilio.
Da la vuelta y Oh Oh, Ay Ay.
Shock. Era él. Era aquel famous que había invocado en mi post anterior sin, si quiera, intuir algo semejante.
Me levanta sorprendido, me ayuda y me dice: ¿Qué pasó, Lucy? ¿Estás bien?
Le digo: No se qué pasó y creeme. Y no, no estoy bien. Me siento avergonzada. Ayudame a manejar esta situación, por favor. Así lo hizo y cuánto le agradezco.
Lo que sucedió en el local posteriormente fueron episodios lógicos que no vale la pena destacar pero bien puedo mencionar algunos de modo descriptivo para que el lector comprenda: trapos de piso, baldes, productos de limpieza, charla con el encargado del lugar, arreglo de temas $ sobre lo que había roto, disculpas correspondientes, etc.
No pude comprar nada de lo avergonzada y espantada que estaba. No culminaba mi asombro y mi desolación.
Y él ahí, dialogando con el encargado, ayudándome de la manera más superheroica que cualquier mujer puede fantasear.
Una vez afuera del lugar, yo seguía en estado de shock y sucia (con un olor demoledor a toda esa mezcla etílica), me ofrece llevarme hasta mi casa. Le digo que sí, of course. ¿Quién iba a subirme con ese look tan border?
Compramos un toallón en un local cercano, lo puso en el asiento de su coche y emprendimos camino. La charla giró en torno a lo acontecido, no podía ser de otra manera, pero estaba latente nuestro encuentro azaroso.
Llegamos a la puerta de mi casa, para su coche, hablamos un rato y el tema latente se convirtió en manifiesto. Suena su teléfono y le preguntan cuánto le faltaba para llegar al canal (osea, se tenía que ir rápidamente) y responde que en 15 minutos estará por allí dado que tuvo un inconveniente.
Nos miramos tanto que las palabras eran una molestia. Dijo: ¿Por qué no me respondiste las últimas llamadas y los mails? Respondí: Por lo que vos ya sabes. Respondió: Las cosas cambiaron y me gustaría contarte todo. Te vas a sorprender. ¿Puedo llamarte estos días? Contesté que sí y aclaró: No voy a decirte cuándo porque necesito terminar de resolver algo muy importante y así poder hablar con vos para contarte todo lo que pasó en este último tramo de mi vida.
Ya en posición para salir del coche, le dije: Yo no voy a llamarte ni a buscarte asi que cuando resuelvas eso que tenés pendiente y quieras hablar conmigo, sabes cómo encontrarme.
Me miró intensamente y me dijo: ¿Sabes lo que te quiero yo a vos? Le dije: A veces me acuerdo y otras no. Hablamos y gracias por lo de hoy, te debo una... Ah, estás lindo eh.
Llegué mi casa, puse a todo volumen la canción de Entre Ríos que se vio interrumpida por el acontecimiento: Temporal.
Llené la bañadera, tiré sales relajantes, puse toda la ropa a lavar y me zambullí en el agua.
Por suerte, el señor de la despensa de la que soy habitué me dijo que el producto que faltaba entraba la semana que viene y ahí, no existe el autoservicio.
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